23 de octubre de 2011

Resabios del Relativismo Intelectual en pleno siglo XXI:


La arrogancia del homo sapiens, plantea que es el intelecto del hombre el que determina la medida para cada ser. Dicho de otro modo, para que el conocimiento del hombre sea verdadero, éste no debe someterse a la realidad, al “ser y medida” de cada cosa. Es el hombre el que determina dicha medida y verdad. Esto ya lo afirmaba Protágoras en su tesis: “El hombre es la medida de todas las cosas...”
Pero si esto es así, entonces ¿cuál es el criterio que ha de garantizar al hombre la objetividad y universalidad de la Verdad?
¿Puede el ser humano decidir cual es la verdad respecto a sus actos, sean estos buenos o malos?
Si la moral es la ciencia que estudia la bondad o maldad de los actos humanos, decimos que debe existir una verdad sobre los mismos. Si fuese así, entonces el hombre debiera adecuarse a esa verdad con humildad y respeto y no pretender acomodarla a su conveniencia. Más aún, si analizamos la influencia que ejerce la Moral en la conformación de la Ciencia Política, descubriremos que algo no está bien en las actuales democracias, y que la causa es el acomodaticio relativismo intelectual, que está al servicio del Ego y no del Ser.
Hay que aspirar a un conocimiento de la persona humana que sea integral y veraz. Por ello la perfección, el desarrollo, la plenitud y trascendencia, la capacidad de amar y la propia felicidad, pueden ser esos criterios necesarios para determinar la naturaleza bondadosa de los actos humanos. Actos que conducen al bien y se oponen a la destrucción, al caos y la aniquilación. Pero ¡cuidado!, los conceptos basados en posturas extremas nos inducirán a visiones extremas de la naturaleza humana. El hombre no es sólo materia; pretender juzgar sus actos desde esa perspectiva nos conducirá a valorar sólo aquellas acciones que desarrollen al hombre materialmente. Por el contrario, si mi concepto del hombre es únicamente de un ser espiritual, daré un juicio de valor positivo sólo a las acciones que lo desarrollen espiritualmente.
Seamos honestos, el ser humano es una totalidad mayor, un ser integral que descansa en su propia moralidad. Es este marco regulatorio el que permite la continuación de la vida en el planeta, pues si acabamos con las normas éticas y con los derechos humanos, vamos en camino de acabarnos los unos a los otros, y esta destrucción comenzará por generar un vacío existencial, que nos alejará de la vida, de la plenitud y de nuestra propia felicidad. ¿Y todo por qué?...Por ser desleales con nuestra verdad. Por creernos el centro del universo y por miedo al encuentro con nosotros mismos.
Por Avedelsur

2 comentarios:

Anónimo dijo...

EL Hombre en su afán de vida, siempre busca, y quien busca encuentra, sin embargo la lucha entre el bien y el mal existe de todos los tiempos, cómo escoger o cómo saber si el hombre hace bien o hace mal? Muy relativo cierto? sin embargo la verdad existe en el todo, como la lluvia, hay un ciclo que hace que se disuelva, recorriendo el mundo entero si quieres y vuelve a caer...en este sentido la verdad llega, como el bien y el mal, la conciencia con la cuál crecemos es un termómetro de nuestros actos, y sale a flote como el ciclo de la lluvia, aún cuando haya personas enfermas fuera de la realidad o en su propio mundo donde solo ellos imperan, es por ello que para llegar a la verdad se necesita tiempo, valores, cánones, principios que se inculcan en el hogar, en la familia que es la célula de la sociedad. Un arquitecto no debe crear edificios si no Hogares, imaginarse dentro de una casa que construye en su mente,pequeña o grande pero llena de amor...Saludos de tu amigo Juan Carlos Lastiri

Avedelsur dijo...

Magnífico aporte Juan Carlos, estoy muy de acuerdo contigo: un arquitecto no debe crear edificios, sino hogares impregnados de amor. Cada uno de nosotros debe colaborar en volver este mundo más humano.