29 de agosto de 2011

Los principios democráticos:


Libertad, Igualdad… ¿Fraternidad?

Se define a la Política como aquella actividad orientada ideológicamente, a la toma de decisiones de un grupo para alcanzar ciertos objetivos.
Desde tiempos inmemoriales la actividad política ha buscado organizar el sistema social basándose en la estrategia de emplear el poder sobre los demás, ya sea por la fuerza o por méritos propios (Sabiduría). Este sistema político era propio de las sociedades primitivas o de los regímenes absolutistas, concepto que cambió con el advenimiento de la Revolución Francesa y sus principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad, con los cuales se instauraron los conceptos democráticos, en donde la toma de decisiones responde a la voluntad general.
Sin embargo cabe la pregunta: ¿Después de dos siglos, cuánto hemos avanzado en estos conceptos?
Democracias abundan, pero también la corrupción político-administrativa que se mueve en todos los niveles. Entonces, ¿qué nos queda?
En una sociedad regida por el modelo neoliberal, polarizada y diferenciada por las leyes del mercado, la aplicación de los principios de libertad, igualdad y fraternidad, se vuelve un anacronismo. Siendo así, ¿Cómo evitar que la desigualdad derivada del ejercicio de la libertad, termine por hacer inoperante la igualdad de oportunidades?
Vemos entonces que si la libertad -por su propia inercia-, conduce a la desigualdad, la fraternidad operaría como una especie de antídoto. Ahora, sí que el lema Masón cobra su verdadero sentido; y es que únicamente resulta posible fomentar la igualdad y la libertad con la activa participación de la fraternidad, entendida esta como una relación entre iguales, es decir, entre hermanos que comparten un mismo origen, un mismo sentimiento: El Cariño que los lleva a estar juntos en momentos felices o desgraciados. Lamentablemente esto no pasa de ser una dulce utopía.
Según Kant, si nuestra conducta está motivada por fines egoístas, ella resultaría determinada de antemano, y por tanto no sería libre. En consecuencia, el hombre únicamente es libre cuando no actúa por cálculo egoísta, tampoco por instinto, y menos aún se deja arrastrar por la inercia de los acontecimientos, sino que actúa por deber. Al dejar el Ego a un lado, los individuos terminan siendo equivalentes.

!He ahí una forma de conciliar libertad e igualdad y preparar el camino a la fraternidad!